Mientras tanto…
Haines miró las sillas donde su sobrino había estado sentado, observando cómo eran salpicadas con agua. Hugo logró esquivarlo, pero ahora tenía que lidiar con el otro cliente, que había sido salpicado antes de apartarse.
—Oye, hombre. No es mi culpa —fue ella! Debería haber arrojado el agua de otra forma, pero supongo que no está acostumbrada. Lo que digo es, ¿por qué estás enojado conmigo? ¡No soy yo quien ha arrojado un vaso de agua a alguien!
Haines sacudió la cabeza levemente, al ver a Hugo tratando de razonar con el otro cliente. Exhaló profundamente y volvió a concentrarse en su propia cita. Sus ojos se posaron en una mujer de unos cincuenta y tantos años, o quizás más. Era deslumbrante y elegante.
Bueno, todas sus citas eran bellas a su manera. Simplemente no estaba interesado en ninguna de ellas, aunque estaba seguro de que todas merecían a alguien tan maravilloso como ellas.