—¿Se lo contaste, eh? —Atlas caminaba al lado de Zoren, sosteniendo una copa de vino, mientras este último estaba de pie en el porche del jardín, observando cómo su esposa organizaba un combate de lucha libre.
Como de costumbre, Penny inició una apuesta entre los guardaespaldas.
Zoren miró a su primer cuñado y sonrió.
—Lo siento, no puedo mentirle. Es mi esposa, mi compañera de vida y… —dejó la frase inconclusa, fijando su mirada en donde su esposa estaba animando felizmente desde las líneas de apoyo—… y el amor de mi vida.
—Eso último es innecesario. Podrías haber dicho que ella lo habría deducido con esa cena que mamá organizó —comentó Atlas fríamente, desviando su atención hacia el combate de lucha libre desde una distancia corta—. Solo mírala. ¿Cómo puede permitir que sus mascotas vean un ambiente tan violento?