—¡Hey! Soy yo... —¡mierda! ¿Estás bien?
Esa pregunta era probablemente la cosa más estúpida que Patricia había escuchado hoy. ¿Acaso parecía estar bien? ¿Parecía estar normal? Aunque no se había visto a sí misma en el espejo, sabía que su estado físico lo decía todo.
No estaba bien.
Estaba aterrada.
Todo su cuerpo estaba adolorido y temblando. Sus huesos se sentían tan blandos como tofu, y su corazón seguía golpeando fuerte contra su pecho. Sentía que podría desmayarse en cualquier momento.
Pero, finalmente, las lágrimas comenzaron a cubrir sus ojos mientras el rostro delante de ella se hacía más claro.
Ángel.
Sus labios sangrantes temblaron cuando los mordió, respirando con fuerza mientras las lágrimas seguían cayendo por sus mejillas. Apretó su brazo tan fuerte como pudo, como asegurándose de que aquello era real. Quería asegurarse de que no era solo una ilusión. Alguien había venido a salvarla.