Lo que nunca debió ocurrir

Lo que debía ser una pandemia como cualquier que haya azotado al mundo acabó siendo algo más.

Durante el año 2020 se produjo un extraño virus que producto de la fusión entre el COVID y el Ébola, hicieron que la población se empiece a reducir significativamente o eso es lo que los científicos juraron que fue.

Eso no fue nada extraño sino bien natural como la peste negra en su momento con la salvedad de que a mitad de ese año tan doloroso con vidas humanas perdiéndose, familias sufriendo y la situación geopolítica en el peor estado desde hace siglos, surgió un fenómeno espacial donde cierto destello verdad hizo que las personas contagias sufrieran mutaciones para finalmente volverse seres sin poder de razonamiento.

Increíblemente esto podría resultar como cualquier historia postapocalíptica, pero resulta en algo más siniestro y aun sin explicación…

En la costa de Tateyama, prefectura de Chiba, un joven de unos 17 años de edad corre entre callejones de la pequeña ciudad costera, buscando escapar de hordas de criaturas caníbales que se acumulan al sentir el dulce aroma de la carne de una persona viva.

Este chico desde hace varios días que lucha por su vida, después de haber sido atacado junto con sus compañeros mientras buscaban cosas para comer. Teniendo como regla principal no irse hacia la ciudad ya que allí se acumulan muchos infectados y evolucionados, por lo que resulta en una muy mala idea. Esa regla al final no se la respetó:

 

-¡Maldición, sabía que era una muy mala idea!- piensa mientras esquiva a los infectados que salen de todos los rincones y buscan agarrarlo de su ropa, brazos o piernas para retrasarlo y así capturarlo para saciar su hambre.

 

En un momento cae desde la azotea de un edificio uno de los infectados. El chico alcanza a esquivarlo y con todo el peso, ese infectado impacta contra el suelo y destroza su cráneo y órganos internos estallan debido a la acelerada descomposición generado por el terrible estado de ellos:

 

-Haaa…haaa ¡E-Eso estuvo cerca! -levanta su mirada y ve que las hordas lo continúan persiguiendo- ¡Carajo! - retoma su huida hasta el final del callejo.

 

Al ver que un muro lo separa se detiene y antes de que uno de los zombies pudiera tomarlo del cuello de la ropa, el chico da un salto tan alto que acaba al otro lado del muro y se apresura a esconderse dentro de una de las casas. Rompe el candado de la puerta y con el hombro la golpea para entrar. Luego cierra de nuevo y coloca muebles para impedir que entren.

El temor no es de los zombies comunes considerados como tontos y débiles pero veloces y en números grandes pueden llegar a ser molestos de tratar, sino a aquellos que alcanzaron la evolución. Encontrarse con un evolucionado significa morir o escapar sin saber si poder sobrevivir o no.

La noche cae y los infectados deambulan por separado. La horda se deshizo y esto le da la oportunidad al joven de poder escapar y moverse fácilmente. Aún entre la noche se hace sencillo evadirlos, pero ahí se le presenta un terror mayor y su nombre es "Black Reaper", un evolucionado con características tan grotesca que ningún grupo se atreve a enfrentarlo y otra regla para los grupos es no salir de noche ya que encontrarse a uno es sinónimo de morir joven.

Sin embargo y por necesidad, el chico sale para regresar a su refugio donde lo esperan personas.

En el camino oye gruñidos desde la próxima esquina donde hay un supermercado. Se acerca para dar un vistazo y ve justamente a un Black Reaper, mordisqueando a un superviviente que hacía no mucho estaba con vida. El joven lo reconoce como un miembro de su grupo y siente gran remordimiento mezclado con una ira cegadora.

Cuando está a punto de avanzar para atacarlo, otro Black Reaper se le aparece por detrás y con su cola en punta lo toma del cuello y arroja contra un muro de concreto y atraviesa con fuerza:

 

-¡Puaaaaajj!- escupe sangre con el impacto.

 

Al ver que se le acercan varios de esos zombies evolucionados con cabeza de hacha, cuerpo alargado semiesquelético con brazos y patas con filosas uñas, una cola en punta y completamente de color negro, considerado el rey de la noche maldita, el chico ve borroso y trata de ponerse de pie y salir corriendo, pero una de las criaturas le atraviesa el pie con la cola y vuelve a tirarlo contra la puerta de una casa. En ella hay varios zombies en estado de reposo, situación donde al no haber estímulo externo tienden a quedarse parados sin hacer nada.

La irrupción del chico hace que los infectados posen su atención en él y automáticamente lo ataquen. Entonces, el grupo de infectados y Black Reaper se encuentra solo para atacarse unos a otros, lo cual le permite escapar a duras penas, dejando un camino de sangre.

Un rey de la noche rezagado sigue el rastro hasta que lo encuentra al chico y ataca sin piedad. Él se defiende escapando como puede y dando enormes saltos hasta el techo de un edificio.

Desde lo lejos, alguien observa con visores nocturnos:

 

- ¿Cuántos son? -pregunta una mujer.

-Diría que uno solo. -responde el portador del visor.

- ¿Uno solo? Creo que llegamos tarde. - dice la mujer.

-Un despertado es mejor que nada. -dice el hombre y luego mira hacia atrás a otro que porta una espada- ¿Crees llegar rápido?

-Sin problema. -responde y salta desde lo más alto del edificio.

 

Mientras tanto, el chico corre entre las azoteas de los edificios en la zona residencial, tirando enormes cubos de basura, escaleras, todo lo que pueda para obstaculizar el paso de la criatura hasta que sin más camino se queda mirando el borde y calcula cuanto es la distancia que debe saltar para llegar hacia el otro lado. Exactamente son unos cuarenta metros, supera por muy poco su propio limite, pero supera al fin.

El Black Reaper se acerca lentamente como un león a su presa. Una brecha en la boca se abre, revelando horribles fauces y tres puntiagudas lenguas mientras sus ojos amarillentos se fijan en el superviviente:

 

-Yo…no quiero morir. -dice entre lágrimas y se queda arrodillado, sin poder levantar la mirada hacia ese infectado- Si tan solo yo…hubiera podido…ayudarlos…

 

En ese momento recuerda la expresión de su compañero, pidiéndole auxilio mientras trata de alcanzarle la mano y el chico se aparta y escapa, dejándolo a merced de varios infectados que lo devoran, cortándole la voz y el hilo de su vida:

 

-Perdóname por ser tan cobarde. -dice en voz baja.

 

De repente, la cabeza de la criatura se desprende del cuerpo y el resto desploma sobre el suelo mientras un espadachín aterriza frente al chico. Este lo observa, confundido y sin entender que sucede:

 

- ¿Estás bien chico? -pregunta el hombre.

- ¿Q-Quién eres?

-Me llamo Kenzo, vicecapitán de la Shield Force de Japón. Descuida, ya estás fuera de peligro.