Andrew no hizo más preguntas sobre el empleador.
La serpiente venenosa acababa de morir; si mostraba demasiada preocupación, sería sospechoso para la organización.
Solo podían proceder con cautela, encontrar al empleador que quería matar a Kendall y luego enviarla al más allá, sin permitirle perturbar la vida actual de Iledy.
La hermosa vida.
Las emociones de repente estallaron, necesitando desesperadamente una salida.
Andrew, habituado, sacó el azúcar comprimido que siempre llevaba en el bolsillo, se lo puso en la boca y lo mordió en pedazos.
El dulce azúcar, al fin, logró retraer la amargura sin límites en un tercio.
Andrew se marchó.
Kendall también llegó a la recepción del hotel y dijo amablemente:
—Hola, me gustaría extender mi estancia. ¿Podrían decirme con qué identificación reservó la habitación la persona?
—Mi amigo acaba de marcharse. Si usó la suya, necesito llamarlo de vuelta de inmediato.