—¡Deliciosa! —exclamó Haru.
Viendo que no le disgustaba, Kendall dejó de prestarle atención y le dijo que no fuera cortés.
Extrañamente, Haru dejó de comer después de unos bocados y ajustó su teléfono al lado. Los tres notaron su tazón aún lleno y pensaron que quizás en realidad no le gustaba. Supusieron que dijo que estaba deliciosa solo por ser educado y cuidar sus sentimientos.
Los tres continuaron comiendo. Cuando terminaron y limpiaron los platos, Haru sacó una bolsa arrugada y vertió las sobras de su tazón, que ya se había enfriado, en la bolsa.
Kendall hizo una pausa y lo miró con curiosidad.
—Es para mi esposa e hijos. Ellos lo comerán, ¿no es así? —dijo él, avergonzado.
Resultó que quería llevárselo a casa para su esposa e hijos, no que no le gustara.
—¿Por qué no nos lo dijiste antes? Si lo hubieras hecho, te habríamos dado una porción aparte. ¿Cómo podría ser suficiente este pequeño tazón? Y ya está todo frío —frunció el ceño Neil.