—¿Te gustó, Pequeño Príncipe? —me preguntó la abuela al final de nuestra cena. Ella respondía al nombre de Letaruen y había apilado más y más comida en mi plato antes que Natha perdiera su rol como mi vigilante de comidas. Si me descuidaba y no cubría mi plato con las manos, ella no pararía.
—Así que, gracias por darme un mejor sistema digestivo, D'Ara.
Pero la comida también estuvo realmente deliciosa. De alguna manera, Letaruen logró cocinar algo que se adecuaba tanto a mí como al paladar de Natha. No era excesivamente estimulante, pero aún así era rico al usar una gran cantidad de condimentos herbales mezclados en perfecta armonía.
Y no era un despliegue lujoso de muchos tipos diferentes de alimentos y sabores; era solo estofado, pan y ensalada. Pero era delicioso, reconfortante y sabroso. Una comida simple perfecta para disfrutar después de un largo viaje.