Ser avaro no siempre se trata solo de riqueza.

—¡Tadaa! —Imitando a Jade, mostré orgullosamente mis nuevos aretes al que me los regaló, girando la cabeza hacia la izquierda y derecha.

—¿Qué tal?

—Natha se acercó a mí con el ceño ligeramente fruncido —. ¿Te los pusiste enseguida?

—¡Por supuesto! Después de todo, tú me proporcionaste a estos excelentes sanadores —me encogí de hombros e incliné la cabeza—. Entonces, ¿qué tal?

—Mm —acarició cuidadosamente mi oreja, evitando intencionalmente el arete—. Te ves bien con cualquier cosa.

—Qué aburrido...

—Él rió y movió sus dedos hacia mi mejilla —. Pero es cierto. Quedan bien; no creo que obstaculicen tu aspecto durante la boda tampoco.

—Me reí entre dientes y luego su expresión se volvió seria de nuevo —. ¿Te dolió?

—¡No! —Le dije de nuevo—. Son profesionales, no te preocupes —le di unas palmaditas al Señor Demonio preocupón—. Incluso el que me perforó las orejas era un profesional.