Me reí y le di una palmada juguetona en el brazo. —¿Por qué entrarías a empujones en tu propia casa?
—Por el efecto dramático —se encogió de hombros, antes de darme un corto y suave beso en la mejilla.
—¡Oh, mi Diosa!
Natha frunció el ceño ligeramente al oír la sorprendida voz de Zarfa. Ella miró a Natha con los labios entreabiertos y las manos en sus mejillas.
—¡Oh, mi Diosa, de verdad eres Doc Natanael!
Natha inclinó su cabeza ligeramente al ver a la chica, antes de hacer una cara pensativa. —Ah, tú eres esa chica, ¿cómo era tu nombre? Algo con C...
—Cecilia —le dije.
—Cierto —asintió—. Así que realmente eres ella —me miró con una sonrisa en su rostro, acariciando mi mejilla sonriente.
Pero esa fue el fin de su ternura. En el momento en que miró al Héroe y sus compañeros, los ojos plateados eran como un ventisquero, y su agarre en mi cintura se apretó levemente.