Las chicas no deberían derramar té de la nada.

—Dame tu mano —tomé la mano de Zarfa de camino de vuelta al borde de la tierra corrompida, enviando mi mana a su sistema—. ¿Por qué entras imprudentemente a este lugar si solo eres una persona normal?

—¿Eh? ¿Qué estás haciendo? ¿Me estás curando? —parpadeó mientras balanceaba nuestras manos juntas—. Oh, guau... es como si alguien vertiera menta adentro. ¿Qué hiciste? ¿Qué hiciste?

Ella me miró con ojos curiosos y brillantes mientras saltaba como un niño que había consumido demasiado azúcar. ¿La estaba revitalizando demasiado?

—Envié mi mana para potenciar el trabajo de tus células —le dije—. Necesitan trabajar duro para eliminar el mana contaminado que tu cuerpo ingirió.

—Ooh... así que también puedes curar...

—Soy un sacerdote y un druida. Curar es como... una habilidad básica, ¿no?

—Es verdad —ella rio entre dientes, y aunque ya no necesitaba curarla, seguía sujetando mi mano todo el camino hasta donde estaban el Regente y los demás.