De repente, me doy la vuelta para ver a una sonriente Zarfa y Aina, así como a los demás, unos diez metros detrás de mí.
Parecía que... me habían dado un poco de privacidad, ¿al menos?
Fatia e Ian giraban la cabeza educadamente, mientras que de Jin... mejor no hablemos. No podía ver la cara del Regente como de costumbre, pero... ugh, era tan embarazoso. Eso es lo difícil de salir para alguien casero como yo; o estaba hiperconsciente del hecho de que estaba en medio de extraños, o lo olvidaba todo por completo, especialmente cuando alguien de casa venía.
Fue una bendición que Natha arreglara mi capucha antes, así al menos parte de mi rostro abochornado podía estar cubierto.
—Umm... ¿hola? —me rascaba la mejilla incómodamente.
—¿Podemos acercarnos ya? —Zarfa sonreía.
—S-sí.