Y así la Flor florece

Cuando el grito agonizante se detuvo y fue reemplazado por un sonido de asfixia, supieron al instante que algo había salido terriblemente, terriblemente mal.

—¡Joven Maestro!

—¿Valen? —Amarein extendió sus manos temblorosas, pero se detuvo aterrada mientras la espalda de Valen se arqueaba y su cuerpo se convulsionaba. Su cabeza se estiraba hacia atrás, cuello tenso e hinchado, como si algo estuviera metido dentro de su garganta—. ¡La-Señora D'Ara!

—No puede respirar —la vampiro frunció el ceño mientras sostenía a Valen cuidadosamente—. Cariño...

—Mi Señora, no creo que la transfusión pueda seguir el ritmo.

D'Ara apretó la mandíbula—lo sabía; había visto la rápida disminución del mana de Valen. El flujo era tan caótico que bloqueaba las puertas, incluso dificultando las vías respiratorias. Tenía que hacer algo, o el cariño podía perder la vida. Algo que pudiera estabilizar el flujo de mana y llenar el núcleo al mismo tiempo.