El movimiento de Lu Yizhou estaba restringido y su vista bloqueada. La mordaza le impedía tragar correctamente y toda la saliva excesiva terminaba resbalando por su mandíbula.
Tan degenerado, tan inmoral y lujurioso.
Había estado atado así desde la travesura que había hecho con Moshe la noche anterior. Posteriormente, Lu Yizhou había perdido la noción del tiempo. Fue llevado una y otra vez al precipicio, arrastrado al acantilado de la euforia solo para ser jalado sin piedad cuando todo lo que quería era caer.