—Puedo encontrar el camino por mí mismo —apeló Lu Yizhou de nuevo cuando sintió que las defensas de Moshe empezaban a flaquear—. Lo haré esta noche. No te preocupes, volveré antes de que me eches de menos.
La expresión de Moshe se torció en una de incredulidad. —¿Qué has dicho? ¿Echarme de menos? ¿Quién, yo? ¡Ja! —resopló y giró los ojos para enfatizar—. Creo que te golpeaste la cabeza cuando te desmayaste antes, mascota. Deberíamos haber revisado también tu cabeza.
Lu Yizhou sonrió para sí en silencio. —Ahí estaba, el Moshe de siempre que conocía. —De ahora en adelante, siéntete libre de preguntarme cualquier cosa y no te lo guardes para ti. Hay algunas cosas que no puedo responder pero… aparte de eso, haré lo mejor que pueda para despejar tus confusiones.
—Entonces... tu verdadera identidad está fuera de límites, ¿pero aparte de eso, puedo preguntar cualquier cosa? —Lu Yizhou asintió. —¿Qué pasa con la bomba de antes, entonces?