Como si el universo quisiera jugar con él aún más, un estruendo ensordecedor resonó en el aire y al segundo siguiente, las cadenas que mantenían cautivo a Lu Yizhou se rompieron en pedazos.
Las pestañas de Ellen temblaron, sombreando los ojos carmesíes debajo. Él sabía perfectamente por qué había ocurrido esto porque él fue quien había creado las cadenas.
Cuanto más fuerte era, más ajustadas estarían las cadenas. Era para asegurarse de que su poder no se descontrolara en una locura. Y la única posibilidad por la que podrían romperse... era solo una.
—Porque ya no había poder que las mantuviera unidas.