Qi Yongrui no sabía cuánto había durado su tormento, pero cuando abrió los ojos, estaba tumbado en el suelo.
Long Zhong estaba a su lado mientras lo ayudaba con lágrimas en los ojos. —¿Por qué no denuncias a la policía? —preguntó con sollozos ahogados—. Mira cómo te ha dejado, casi te arranca la piel del cuerpo.
—¿Y dejar que vaya tras mi hermano? —Qi Yongrui se levantó del suelo. Miró a su alrededor buscando sus gafas, manoteando un poco ya que no veía bien sin ellas.
Long Zhong lo ayudó buscándolas y entregándole sus gafas a Qi Yongrui una vez que las encontró.
—Gracias —dijo Qi Yongrui a Long Zhong con voz ronca. Durante todo el tiempo que Qi Changpu lo estaba azotando, Qi Yongrui había mordido su labio inferior y se negó a gritar.
No había hablado durante una hora o dos, razón por la cual su voz estaba ronca y áspera.
—Toma —Long Zhong le pasó un vaso de agua después de buscarlo—. No puedo creer que todavía te trate así, han pasado más de diez años y ella sigue igual.