—Es—sollozó—, se acabó —dijo el mer cubriéndose el rostro mientras miraba al suelo cubierto de nubes de polvo—. Por fin ya no tenemos que —sollozó— preocuparnos.
—¿Preocuparnos? Para nada. Tenemos que preocuparnos por cómo usar el dinero, ajajajaja —se burló alegremente la Hermana Qiqiang mientras miraba el cráter en el piso.
—Tranquila, Hermana. No se debe reír de la muerte de alguien, mejor reza para que la señorita Luo descanse en paz en su lugar.
—¿A quién estás matando? —dijo una voz molesta mientras Luo Huian se levantaba del piso. Aparte de un leve hinchazón en su mejilla derecha, estaba completamente bien.
—¡Huian! —Xiao Hei y Xiao Bai, que estaban preocupados por Luo Huian ya que ahora estaba en el cuerpo humano de un ser mortal, suspiraron aliviados y corrieron hacia ella. Se deslizaron sobre Luo Huian y frotaron sus gigantescas cabezas contra ella.
Xiao Hei siseó:
—Estás bien, gracias al cielo. Pensé que sin duda tenías los brazos o las piernas rotos.