Tres cartas de as.

—¿A quién llamas —hundido en la oscuridad? —bufó Wei Yan como un toro. Su expresión se contorsionó un poco al decirle a Luo Huian—. ¡Estoy rebosante de bondad! ¡Toda mi existencia grita bondad, no has oído cuántos niños he rescatado del orfanato?

—¿Y olvidaste cómo los traficaste? —Luo Huian ofreció con una dulce sonrisa en su rostro—. Conocimiento y verdad a medias siempre son un poco peligrosos, ¿no es así? Mira tu cabeza, está a punto de inflarse al punto de que va a explotar.

—¡Silencio! ¡No permitiré que me hablen así! —gritó Wei Yan, con los ojos parpadeando salvajemente mientras le decía a Luo Huian—. Soy el salvador de esos niños. Les hice un favor sacándolos de los orfanatos.

Bai Shiliu miró con disgusto al mer antes de decir:

—¿Qué quieres decir con eso? Les hiciste un favor, todos fueron asesinados después de trabajar hasta los huesos. Una de las niñas que traficaste, le cortaron las manos y también las piernas antes de prenderle fuego. ¿Llamas a eso bondad?