Luo Huian no tenía idea de por qué Liao Liqin la miraba como un ciego intentando discernir las facciones de su amante. Sacudió la cabeza y estaba a punto de dar un bocado a su pudín de leche cuando
¡Zas!
—¿Cómo puedes decirme algo así? —Qin Qiu, quien había golpeado con sus manos en la mesa, haciéndola temblar por completo, no prestaba atención a nada más que a Luo Yeqing.
Por otro lado, Luo Huian miró el pudín de leche en forma de gato que cayó al suelo justo al lado de sus pies y se volvió hosca y hacía pucheros.
—¿Qué era esto? —¿Por qué este mer estaba actuando así sin razón tan temprano en la mañana?
—Aquí —Luo Qingling notó su expresión y empujó su propio pudín de leche hacia Luo Huian—. Y al mismo tiempo levantó la cabeza y miró a su papá y a su mamá enfrentándose.
Era la primera vez que los veía perder los estribos el uno con el otro.