—¿Te sientes mal? —le pregunté a Pippa. Era una de esas preguntas que mis terapeutas siempre me hacían cuando algo sucedía en mi vida. No importaba si había hecho algo o si me habían hecho algo; siempre preguntaban si me sentía mal.
Mi respuesta siempre era no. No creía en el arrepentimiento. No era más que una pérdida de tiempo. El pasado no cambiaba; no podía cambiar. Y todo lo que experimentabas te llevaba al punto en el que estabas actualmente.
Tanto lo bueno como lo malo te moldeaban en lo que eras hoy. Y viendo que estaba sentado en el regazo de mi pareja. Con otros cinco rodeándome en una burbuja protectora, realmente no podía arrepentirme de nada.
—¿De qué debería sentirme mal? —preguntó Pippa, ladeando la cabeza.
—¿Dawn-Marie? —respondí. La pobre chica de 16 años que había muerto una muerte brutal simplemente para que Pippa pudiera encontrar la fórmula perfecta para transformarse de una humana ordinaria a una Ethawainiana.