—¿Dejarás de mirar el anillo? —preguntó Aiden con un quejido, colocando su cuchara de sopa con una exagerada sacudida de cabeza, su expresión una mezcla de exasperación y diversión.
—Serena sonrió, completamente imperturbable, mientras extendía su mano a través de la mesa para tomar la de él. Sin dudarlo, llevó sus dedos a sus labios y presionó un beso juguetón en sus nudillos. —No es el anillo lo que estoy mirando —dijo ella, su voz en tono de broma mientras su mirada se encontraba con la de él—. Es tu mano. Se ve bien usando mi anillo. Tienes manos sexis.
—Aiden alzó una ceja ante su tono descarado, girando la mano para atrapar los dedos de ella antes de que pudiera alejarse. Su agarre era firme pero suave, su pulgar rozaba ligeramente sus nudillos mientras sus labios se torcían en una pequeña sonrisa burlona. —Bueno, si mi mano se ve tan bien con tu anillo provisional —dijo él, inclinándose un poco más cerca—, ¿no significa eso que deberíamos empezar a planear nuestra boda?