Por la noche, Chi Lian estaba acostando a los niños cuando Muyang entró en su habitación. La encontró cantando —Estrellita, ¿dónde estás?
—¡Shhh! —le dijo ella—. No los despiertes.
Él asintió y entró lentamente en la habitación para darles un beso de buenas noches a los niños. Había una silla puf en la esquina y se sentó y soltó un suspiro muy largo y cansado y se aflojó la corbata, pero antes de que pudiera relajarse y ponerse cómodo, Chi Lian señaló hacia la puerta indicando que debían salir.
Se levantó y gimió como si le dolieran los huesos y la esperó en la puerta y salieron juntos.
Mientras subían las escaleras, él puso sus manos alrededor de sus hombros y gimió de nuevo.
—¿Día duro? —ella preguntó.
—Hmmm —respondió él—. Muy duro, bebé, más de lo que imaginaba.
—¿Quieres hablar de ello? —ella preguntó mientras empujaba la puerta de su dormitorio para abrirla.