Un corazón roto

El médico que la trató la dio de alta y volvieron a casa esa mañana, Chi Lian no quería pasar ni un momento más en el hospital ya que había mucho que hacer. Había conseguido calmar a Muyang y planeaba continuar con su viaje después de hacer muchas promesas de cuidarse y hacer videollamadas cada dos horas.

La vieja señora no estaba contenta de verlos cuando regresaron, estaba saliendo de la casa con su esposo y el desayuno para Chi Lian.

—¿Cómo puedes permitir que vuelva a casa tan pronto? —culpó a Muyang.

—El médico la dio de alta —respondió él.

—Ven y ayúdala a la mesa del comedor, tiene que comer antes de hacer cualquier otra cosa —le dijo la vieja señora a las criadas—. Se suponía que eran veinticuatro horas de observación en el hospital, esas horas aún no han pasado —murmuró.

—Ella parece estar bien —dijo el viejo maestro a su esposa.

—Verse bien por fuera no es lo mismo que estar bien por dentro —ella replicó.