Muyang estaba desconcertado por el razonamiento de su abuela. ¡Su esposa trajo a casa a un niño y rápidamente concluyó que él había dejado sus avena salvajes por ahí! ¿De qué manera se parecía ella a él en lo más mínimo? La niña era claramente estadounidense, ese cabello rubio, ojos verdes junto con el innegable hecho de que su esposa regresaba de América, era la única conclusión plausible. ¿Por qué estaba llorando? No tenía idea.
—Esa no es mi avena, abuela, no tengo idea de qué estás hablando ¿Cómo puedes sacar esa conclusión de la nada? —dijo Muyang.
—Tú y Chi-Chi no sabían que tenían un segundo hijo en el mundo antes de que rescataran al pequeño monje. Ella salió de viaje y ha regresado con otro niño. No es imposible que haya un tercer hijo sin tu conocimiento. —Ella encogió los hombros y ladeó la cabeza, expresándole que su pregunta no salía de la nada. Ciertos eventos habían llevado a ello.
—No hay un tercer hijo, solo los gemelos. —respondió él con un tono seguro.