Mientras observaba al guardia al que acababa de golpear con su casco caer al suelo, por unos segundos, Chi Lian pensó que tal vez había sido demasiado precipitada. Sus acciones iban a atraer la atención de todos los guardias de esta casa y quienquiera que estuviera asando a Smarty pants podría acelerar sus acciones. Quizás debería haberle disparado con su pistola inteligente. Pero había cámaras en las puertas y dado que la entrada le había sido negada desde el principio, ¿existía acaso otra opción distinta a usar la violencia?
—Jefa, ¿vamos a pelear? —Araña buscó su guía. Ambos pudieron ver al segundo guardia sacar el cuchillo de su cinturón.
—¿Puedes encargarte de él? —Ella le preguntó con despreocupación.
—He manejado oponentes más grandes, fuertes y hábiles que él —Araña estaba confiado, arrogántemente confiado en sus habilidades, experiencia y la fuerza adicional que venía del suero que la vieja tigresa proporcionaba a todos sus hombres más confiables.