¡Odio esto!

—No mires —le dijo Muyang.

Cuando la sacó de la habitación ella pensó que era porque él quería hablar en privado, pero resultó que simplemente no estaba dispuesto a verla mirar las partes privadas de otro hombre.

Ella rió entre dientes, olvidando momentáneamente la seriedad de la situación.

—¿Qué? ¿Estás celoso? —bromeó ella.

—No, te estoy salvando de pesadillas —respondió él.

Viejo Tigre logró captar eso cuando salió a invitar a otro guardia porque el cautivo se retorcía y luchaba. ¿Por qué tenía él que sufrir esas pesadillas y cómo podía revisar la parte trasera del hombre si este no dejaba de moverse? Habría sido más sencillo dejarlo inconsciente, pero la jefa podría necesitar interrogarlo más tarde, así que la revisión tendría que hacerse mientras el cautivo estuviera vivo.

Muyang envió a dos guardias para asistir a Viejo Tigre y mientras estos sujetaban al cautivo en su lugar, Viejo Tigre suspiró y se puso guantes de látex.