—Eso es cierto —habló de nuevo la mujer de mediana edad de antes.
—Ella nos da tanto, y ni siquiera puedo imaginar cómo es su vida. Siempre trabajando tras bambalinas, asegurándose de que estemos seguros y felices. Siento que no la apreciamos lo suficiente.
Hubo un breve silencio, y luego uno de los adolescentes, que había estado observando la zona de entrenamiento de combate, se dio vuelta.
Su rostro estaba lleno de energía y determinación.
—¡Deberíamos hacer algo por ella! —dijo, con una voz lo suficientemente alta como para captar la atención de algunas personas cercanas.
—¿Qué podríamos hacer? —preguntó un hombre mayor, cruzándose de brazos pensativo.
—Su Jiyai realmente no se muestra mucho, y está tan ocupada...
—Aun así podemos intentar encontrar una forma —insistió el adolescente, sus ojos brillantes—. Como... No sé, ¿tal vez dejarle un mensaje? ¿O hacer algo agradable en la base para mostrarle que estamos agradecidos?