—Tienes agallas, chica. ¿Qué harás ahora? —preguntó.
—Revenderlo a alguien que esté dispuesto a darme un precio justo —respondió Su Rong.
Su Rong salió de la tienda, el colgante de jade escondido de manera segura en su bolsillo. Su corazón latía rápido, pero su rostro permanecía sereno. Sabía que había tomado la decisión correcta. Si hubiera permitido que su padre lo vendiera, habrían perdido una fortuna.
Ella caminaba por las calles llenas de gente, pensando en su próximo movimiento —pensó—. Vender el colgante ahora sería una tontería. Necesitaba encontrar al comprador adecuado —alguien rico, poderoso y desesperado por un impulso en su cultivo.
Al doblar una esquina, vio una cara conocida —Lin Wei, un mercader conocido que trataba con objetos raros.
Estaba vestido con túnicas caras, hablando con un grupo de hombres.
Su Rong tomó una respiración profunda y se dirigió directamente hacia él.
—Mercader Lin, tengo algo que podría interesarle —dijo confiadamente.