El tiempo pasó y pronto, Su Rong y Fu Wei terminaron de preparar su trampa.
Su Rong estaba parada en el centro del claro, mirando nerviosa a su alrededor pero tratando de actuar valiente.
—¡Sé que estás aquí, Su Jiyai! —llamó, su voz resonando en el bosque.
—¡Sal y enféntame! ¡Ya no tengo miedo de ti!
Qin Feng resopló.
—¿Sin miedo? Claro, ya lo creo. Parece que va a desmayarse.
Su Jiyai asintió, su mirada fija en Su Rong.
—Demosle lo que quiere.
Qin Feng entendió su señal.
Acto seguido, movió su mano y de repente, una ráfaga de viento barrió el claro, haciendo que los árboles se sacudiesen y las hojas giraran alrededor.
Su Rong jadeó, sus ojos abiertos de miedo.
—¿Q-qué está pasando?!
Qin Feng susurró al lado de Su Jiyai,
—Un poco dramático, ¿no crees?
Su Jiyai soltó una risita.
—Lo dramático es divertido. Ahora trae de vuelta a la serpiente.
Qin Feng cerró los ojos y pensó en la serpiente que había visto antes del apocalipsis.