El hombre parado fuera de la Base de la Esperanza era inconfundible: cabello castaño claro, una complexión delgada y una expresión furiosa que torcía sus rasgos antes serenos. Era el hermano de Xi Ping, la misma persona que Xi Ping había rogado a Su Jiyai que encontrara.
Pero había algo extraño en esta situación. Xi Ziang estaba atacando sin descanso la pared azul metálica eléctrica que rodeaba la Base de la Esperanza con fuego. El calor de su superpoder lamía las paredes, causando que débiles chispas danzaran a lo largo de los bordes del campo eléctrico. La confusión de Su Jiyai se profundizaba. El Xi Ziang que ella conocía en el pasado no poseía ningún superpoder, y mucho menos uno tan volátil como el superpoder de fuego.
Puso su dedo en el panel de control y activó el micrófono. Su voz, ahora disfrazada por el filtro robótico del sistema, resonó a través del sistema de altavoces.
—Hola señor, ¿qué está haciendo? —preguntó, con un tono carente de calidez.