Los ojos del Almirante Ru se clavaron en los de Su Jiyai. Su sonrisa se torció en algo más frío, más afilado, mortal.
—Sabes demasiado —murmuró, con una voz inquietantemente tranquila—. Hoy mueres.
Los ojos de Su Jiyai se entrecerraron. Ese tono… no era miedo. No era una derrota. Era definitivo.
Sus instintos gritaban.
Se movió hacia atrás, rápida como un rayo, levantando un escudo de llamas a su alrededor justo cuando un extraño resplandor comenzó a pulsar desde su pecho.
Y entonces—BOOM.
Una explosión violenta sacudió la habitación.
La explosión lanzó metal, polvo y calor abrasador por toda la cámara como una tormenta. Las llamas lamieron el techo. La onda expansiva destrozó cada panel cercano.
Su Jiyai aterrizó fuertemente contra una pared lejana, tosiendo a través del humo.
Su escudo de llamas se apagó. Sus brazos estaban raspados, su ropa ligeramente chamuscada, pero estaba viva.
Su expresión, sin embargo, se volvió sombría.