Todo su cuerpo temblaba. Sus ojos revoloteaban por la habitación como si implorara a alguien —cualquiera— que la ayudara.
Pero nadie se movió.
Los Demonios solo observaban.
Sabían que esta ya no era su pelea.
«Ella está... ella está asustada» —murmuró Cuervo.
«Ya no es la que está en control» —dijo Elisha.
La voz de la Señora Reina cambió de repente.
Se volvió más profunda. Más calmada.
Dejó de luchar.
Sus brazos cayeron a sus costados.
Su cuerpo aún flotaba en el aire, pero ahora estaba quieta... como una marioneta esperando órdenes.
Entonces... sonrió.
Pero no era su sonrisa.
Era fría. Demasiado calmada.
«...Me encontraste» —dijo la voz a través de sus labios. Ya no era su voz. Resonaba, como dos personas hablando a la vez.
Los ojos del Diablo brillaron. «Finalmente.»
El cuerpo lentamente flotó hacia abajo y aterrizó en el suelo con un suave golpecito.
La mujer se puso de pie.
Demasiado erguida.
Sus ojos habían cambiado.