—Soy Lio Feng, Gran Anciano de la Secta del Alma Yin. Hoy, he venido a capturar a este malhechor!
Por encima de la niebla oscura, avanzando hacia el frente de la multitud, un anciano dio un paso al frente, su expresión helada mientras miraba a Su Han. Sin embargo, bajo ese semblante gélido, había una emoción indiscutible que no se molestó en ocultar.
Lio Feng no esperaba encontrar a esta persona tan fácilmente, ni había imaginado que su aura... ¡solo estaría en el Reino de la Píldora del Dragón!
Habiendo vivido tantos años, había poco que pudiera excitar a Lio Feng, siendo un poderoso del Reino del Dios Dragón en la Cúspide. No podía afirmar haberlo visto todo, pero al menos los asuntos triviales ya no afectaban sus emociones.
Pero en este momento, ver a Su Han era como ver quinientos millones de Piedras Espirituales. Lio Feng pensó que si estas Piedras Espirituales no se entregaban a la Secta sino que se usaban para su propia cultivación...