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Dentro de la luz roja, la amenaza era extremadamente evidente.
Gu Qingtian reflexionó profundamente, luego suspiró internamente y se levantó con una sonrisa. —Si ese es el caso, tendré que molestar al Anciano Di.
—Jajaja, no es ninguna molestia en absoluto. Después de esto, tú y yo estaremos del mismo lado. Tal asunto pequeño no vale la pena mencionarlo —rió a carcajadas Di Sangre.
—En ese caso, dejaré que el Anciano Di descanse aquí por un tiempo. Necesito ocuparme de algunos asuntos de la Secta del Fénix —dijo Gu Qingtian al levantarse.
—Eso no será posible.
Di Sangre movió su mano con una presencia imponente. —Justo ahora, dije que haría actuar a mi Pabellón Montaña Dorada para eliminar a esas calamidades de la Secta del Fénix en el exterior. Naturalmente, no puedo retractarme de mi palabra.
—Xu Que —dijo Di Sangre con indiferencia.
—Presente.