—Este era un mundo extremadamente desolado, y aún así impregnado del aliento del tiempo y los cambios.
—El cielo estaba opaco, el suelo agrietado, como si hubiera sufrido una sequía severa.
—En el suelo, se podían ver cadáveres por todas partes, pero estos cadáveres ya estaban secos, y no había carne ni sangre, solo huesos.
—Aquellos huesos, tras incontables años expuestos al viento y el sol, parecían convertirse en ceniza voladora al más leve roce.
—Este lugar era interminable de un vistazo, incluso más desolado que el Mundo del Dios Demonio, también conocido como la Puerta de la Persecución del Ciervo, con nubes oscuras presionando en el Vacío, y algunos pájaros volando de vez en cuando.
—La presencia de estos pájaros era aterradora. Parecían pequeños, como cuervos, pero cuando cruzaban el cielo, sus miradas frías hacían que cualquiera que los viera encogiera el cuello.