Sintió algo inusual que provenía de algún lugar debajo de él.
Chu Jin no se atrevió a moverse más, sus mejillas se tornaron rojas como una manzana madura.
Afortunadamente, al salir del coche, el señor Mo no la molestó, sino que simplemente la tomó de la mano mientras entraban juntos al hospital.
Los dos.
Una con rasgos tan exquisitos como una pintura, labios rosados y dientes blancos, sus ojos brillaban como flores de durazno a la luz, irradiando la gracia de una orquídea desde un valle tranquilo, cautivando a todos los que la veían.
El otro con rasgos faciales nítidos y definidos, noble y alto como una estatua de jade, irradiando una presencia fría y elevada, su aura lo suficientemente poderosa como para invocar asombro.
Juntos, formaban una pareja excepcionalmente hermosa que atraía las miradas de muchos al pasar.
—Descansa aquí un poco —Mo Zhixuan la llevó a una silla azul en la sala de espera—. Voy a hacer fila para registrarnos.
Chu Jin asintió suavemente. —Está bien.