Al escuchar esto, Zhou Meilin sonrió tranquilizadora:
—Tía Fu, Songhe es una persona justa y equitativa, no encubrirá a Tian solo porque ella es su hija. No te preocupes, Songhe seguramente te hará justicia.
Las palabras de Zhou Meilin fueron sumamente hábiles, no solo alabó el carácter de Chu Songhe, sino que también estableció firmemente la culpabilidad de Chu Tian por golpear a alguien.
Chu Songhe frunció el ceño profundamente, miró hacia la Tía Fu, y la consoló:
—Meilin tiene razón, definitivamente no indulgiré a este pequeño azote.
—Bien —asintió la Tía Fu—. Con las palabras del maestro y la señora, estoy tranquila.
Chu Songhe avanzó varios pasos, caminando hasta detenerse frente a Chu Tian, y dijo severamente:
—¡Chu Tian! ¿Sabes cuál es tu error? ¡Ve rápidamente y pídele disculpas a la Tía Fu! ¡Haz que te perdone!
Por primera vez en la historia, Chu Tian refutó las palabras de Chu Songhe, y su actitud fue muy resuelta:
—¡No me disculparé porque no hice nada malo!