—Tía, no llores —dijo Mo Qingyi, sacando un pañuelo de su bolsillo para secar las lágrimas de los ojos de la mujer.
Una ráfaga de viento frío sopló, 'whoosh whoosh whoosh', tirando todos los volantes de las manos de la mujer de mediana edad al suelo.
Cientos de hojas blancas danzaban en el aire, entrelazándose unas con otras, mientras el viento 'whoo whoo' aullaba en el aire. Levantando el polvo del suelo.
Era como una escena de una película de terror, sombría y aterradora. Aún más inquietante era que en esta carretera, aparte de Chu Jin, Mo Qingyi y esta mujer de mediana edad, no había nadie más pasando por ahí.
La luz de la calle iluminaba el rostro de la mujer de mediana edad, que ya estaba pálido, pero ahora emitía una blancura aún más penetrante, su rostro desprovisto de cualquier color, haciendo que el cuero cabelludo se erizara con solo mirarla.