—¡Ese imbécil! —Aldric vio rojo cuando notó la mano de Islinda entrelazada con la de André—. ¡Solo le había pedido a André que cuidara de Islinda, no que se propasara con ella! ¿Qué tenía Islinda con sus hermanos? ¿Acaso alguien en esta familia podía mantener una relación en paz? No era solo Valerie, ahora también tenía que defenderse de André.
Aldric cerró su puño, rezándole a los dioses porque estaba a punto de ser llamado para otra audiencia en la corte por el asesinato del amado príncipe del Otoño.
—¿Estás siquiera prestando atención? —Valerie puso una mano en su hombro, reteniéndolo justo cuando estaba a punto de confrontar a André.
—¿¡Qué?! —respondió él bruscamente.