Retorcido como Aldric

Islinda presenció el momento en que Aldric tomó una decisión y tragó nerviosa. Hoy sería su último día en la tierra, lo que debería haberla llenado de desesperación, pero en su lugar estaba llena de anticipación por poner fin a la tiranía de Aldric. Incluso si no ganaba, moriría feliz sabiendo que había luchado con todas sus fuerzas.

—¡Pequeño humano ingrato! —Aldric gruñó, sus ojos llenos de ira—. ¿Así es como me pagas por todo lo que he hecho por ti?

—No —Islinda negó con la cabeza—. Ya lo dijiste antes, esto no fue por mí, ¡sino por ti! Es para que muestres tu autoridad y gobiernes tu casa con miedo. Desafortunadamente, deberías saber que gobernar con puño de hierro no significa que ganarás su respeto. ¡El miedo no engendra respeto, tienes que ganártelo!

—¡Ella te llamó puta! —él gritó.