La habitación de Aldric era un desastre. Cada cosa había sido destrozada y volteada como si un tornado hubiera aparecido en la habitación. Aldric seguía completamente desnudo, ni se había molestado en vestirse después de que Islinda se fue. Más bien, la había hecho huir. Lo cual se le daba bastante bien.
El príncipe fae oscuro yacía desparramado en el suelo en la esquina de la habitación, su cabeza colgando lacia, casi sin vida. En un movimiento repentino e inquietante, alzó la cabeza, revelando un brillo feral en sus ojos que podría infundir miedo en cualquiera que lo presenciara. Afortunadamente, Islinda no estaba presente, ahorrándole el potencial shock de presenciarlo en ese estado. La intensidad bestial en su mirada sugería que, en ese momento, era más animal que fae, capaz de acciones salvajes y peligrosas.