Todo sucedió demasiado rápido para que Islinda lo comprendiera. Un momento estaba corriendo por su vida, y al siguiente, una profunda capa de oscuridad la envolvió, cubriéndola en su abrazo. Era como si fuera transportada lejos, sus sentidos desorientados mientras sus pies se levantaban del suelo y su visión giraba, la oscuridad consumiéndola.
Era casi semejante a viajar a través de un portal, pero esto era diferente. No había acción de reflujo ni náusea que usualmente acompañaba la teleportación sobre tales distancias en un abrir y cerrar de ojos. En lugar de eso, Islinda estaba envuelta en una espesa manta de oscuridad, llevándola consigo.
A pesar de la oscuridad que la rodeaba, sentía una calidez inusual, lo cual era confuso. Debería haber gritado de terror, pero el abrazo confortador de la oscuridad la mantenía asombrada. De repente, tan pronto como la había envuelto, la oscuridad se disipó, dejando a Islinda de pie en un nuevo lugar, desconcertada pero extrañamente intrigada.