—Mierda —murmuró Islinda por lo bajo, maldiciendo su propio olvido. La astucia de Aldric y su habilidad para aferrarse a cada ventaja nunca dejaban de asombrarla.
La penetrante mirada de Valerie se clavó en Islinda, la decepción evidente en sus ojos mientras buscaba confirmación. —¿Es eso cierto? —preguntó, su voz teñida de una mezcla de frustración e incredulidad—. Debería haber sabido que no era bueno hacer un trato con él.
—Es cierto —confirmó Islinda, su voz apenas por encima de un susurro, su cabeza inclinada en vergüenza.
La sonrisa de suficiencia de Aldric se amplió, su satisfacción evidente mientras se regodeaba en su victoria. —¿Ves? No puedo mentir —se jactó, su arrogancia palpable.