El Palacio de Invierno estaba en completo caos. Los majestuosos pasillos, usualmente con una calma gélida, ahora estaban vivos con el clamor de pasos apresurados y susurros frenéticos. La noticia de la abducción del Príncipe Aldric se había esparcido como fuego.
La revelación de que su propio hermano André y el Príncipe de Otoño habían orquestado su captura, con Issac, el segundo al mando de confianza de Aldric, ayudándoles, envió ondas de choque a través del palacio. La traición era inimaginable, un golpe al núcleo mismo de la estabilidad de la Corte de Invierno.
La gravedad de la situación atrajo a los ministros desde sus casas en plena noche, corriendo al palacio para verificar los inquietantes rumores. Las caras estaban pálidas, las voces eran apagadas pero urgentes, mientras se reunían en el gran salón, un espacio normalmente imponente ahora lleno de una sensación de vulnerabilidad y traición.