—¡Ugh! —los esfuerzos tensos de Valerie resonaban en el campo de entrenamiento mientras practicaba sus movimientos.
Frente a él había numerosos objetivos. Derribó algunos con rápidos golpes de karate y potentes puñetazos, pero su principal enfoque estaba en su habilidad con el fuego. Sus manos se encendieron con llamas azules, más pequeñas que el infernal rojo-anaranjado al que estaba acostumbrado a invocar, pero aun así quemaron eficazmente los objetivos, dejándolos en llamas mientras el humo se curvaba en el aire.
Cuando se alejó de los restos humeantes, su segundo al mando, Derek, se acercó y le entregó un odre de agua. Valerie lo tomó con ansias, bebiendo el agua fresca que calmó su garganta ardiente. A pesar de los días que habían pasado, aún no se acostumbraba al intenso calor de la montaña.