—Por supuesto que es... Xue'er, estás herida. Deberías descansar ahora. Te llevaré allí en cuanto despiertes —Zhang Qingsheng dejó de hablar y la instó a dormir. Era tan astuto como un zorro pícaro; ¿cómo iba a dejar que ella viera sus debilidades?
—Maestro, usted me resulta muy familiar... —Ella lo miró extrañada. En primer lugar, ¿por qué no le preguntó por qué había tosido sangre, sino que en cambio quería llevarla al Valle de lo Verde?
—Hay muchas personas que pretenden ser yo —dijo orgullosamente Zhang Qingsheng, el viejo zorro.
—Xiu Wanxue, "..."
Al final, le dijo que su dolor había desaparecido.
—¿Estás segura de que estás bien? —La miró con una mirada desconfiada.
—Sí, maestro. Un amable anciano ya me ha curado —no mencionó quién la curó pero siguió observándolo.
Zhang Qingsheng asintió.