Al día siguiente, se despidió de todos en el Valle de lo Verde. A aquellos que se habían ocupado de ella, les ofreció algunas hierbas preciosas que los dejaron atónitos.
Sin embargo, esas hierbas no eran las más valiosas porque no quería exponer el secreto de su Espacio Paraíso. Les dijo que había tenido suerte al recoger las hierbas de un bosque.
—Si el anciano regresa aquí, por favor infórmame. Nunca olvidaré tu bondad —les dijo antes de partir.
Tenía que encontrar al anciano. Aún no había tenido la oportunidad de agradecerle; ¿cómo podría irse en silencio? Algo debía estar mal.
Pero el problema era, ¿dónde debía ir para encontrarlo? El mundo era tan vasto.
—No te preocupes; esa mujer no morirá —dijo Yu Jin, mostrando su desagrado por su desánimo mientras le daba una palmada en el hombro.
—Sí, lo sé —respondió ella, asintiendo. A pesar de sus preocupaciones, tenía otros asuntos que atender.