Un Día de Paseo

En las primeras horas de la mañana, un carruaje traqueteó por el empedrado camino de la Calle Zhuque. Era tan temprano que los somnolientos ministros que se dirigían a la corte matutina no le prestaban demasiada atención. Aquellos que tenían rango suficiente para darse el lujo de usar una silla de manos aprovechaban la escasa oportunidad de dormitar un poco más antes de tener que lidiar con su difícil señor. Los que tenían poco más remedio que arrastrarse a pie estaban demasiado cansados para hacer algo más que poner un pie delante del otro.

Así, este discreto carruaje continuó su camino alegremente ignorado excepto por un par de miradas envidiosas aquí y allá de oficiales de menor rango a los que adelantaba.