¿Por qué?

Adeline levantó una ceja, molesta. —Te dije que no lo conozco.

—¿Pero sí lo conoces?

—Entonces, ¿por qué no lo recuerdo? —preguntó y desvió su atención hacia César—. Sé mi nombre, sé cómo me dolió, entonces, ¿por qué no puedo recordarte?

César miraba al suelo y ella observó cómo sus manos se apretaban en un puño cerrado. —¿Recuerdas a quien te hirió, pero no... no al que te amaba?

La frase sorprendió a Adeline y por un segundo, el ceño fruncido en su rostro desapareció.

—¿El que... me amaba?

Pero César no respondió. Estaba agotado e inseguro de qué hacer incluso en ese momento.

¿Era esto algún tipo de castigo? ¿Por qué? ¿No era demasiado cruel? ¿Realmente el cielo estaba empeñado en quitarle las únicas cosas que amaba, valoraba y atesoraba? ¿La única felicidad que había encontrado alguna vez? ¿Por qué no podían simplemente dejar que la tuviera? ¿Por qué intentaban quitársela?