Giovanni gimió y la besó de vuelta mientras la empujaba hacia atrás dentro de la casa.
Cerró de un portazo y la puso de espaldas contra la puerta.
—Gio —gimió su nombre en voz alta.
La levantó y la llevó a su dormitorio.
La puso en la cama y lentamente le quitó la ropa mientras besaba cada centímetro de su piel expuesta.
—Te necesito Gio —gimió en voz alta.
—Paciencia Rosa —la regañó mientras depositaba un beso en sus pezones endurecidos.
Pronto ambos estaban desnudos y se gemían de éxtasis mientras Gio se movía dentro y fuera de su cuerpo mientras ella se aferraba fuertemente a él.
La siguiente mañana...
Rosa despertó en una cama vacía. Se levantó en pánico, se puso su bata y salió del dormitorio.
Lo vio en la cocina haciendo café.
—Gio —susurró.
Él levantó la vista hacia ella, —Espero que no te importe que haga una taza de café —le preguntó.
—Para nada.
—¿Quieres una? —preguntó él.
Ella asintió, él le sirvió una taza y se la entregó.